2 de agosto de 2013

El sepulturero del PRD

Uno piensa que a nadie ha sorprendido la ocurrencia que se veía llegar... Pero la realidad es siempre dolorosa cuando se trata de una institución política más antigua que nuestra propia democracia. 

El fenómeno es aún más penoso porque es probable que esta sea la última gran crisis interna del PRD, que es mucho decir en un partido con 74 años de historia fratricida, canibalizado hasta más no poder, con cuchumil divisiones y fracturas  y heridas que en su momento lucían mortales.

Este caso es muy distinto a los anteriores... No hay de por medio una razón ideológica, como en 1973 cuando se marchó Juan Bosch, ni una lucha de liderazgos, como en 1990 cuando se fue Majluta. Y si nos fuéramos más atrás, ni siquiera está en juego la prestancia intelectual o política de sus protagonistas...

Aquí está en juego solamente una candidatura que en las presentes circunstancias llegará muy menguada a las elecciones de 2016... Si es que llega tan lejos.

Porque lo único cierto de todo esto es que el PRD que dejó Peña Gómez cuando se fue en 1998 ha sido descuartizado, destripado, y sus posibilidades unitarias son ya completamente nulas, lo mismo que sus posibilidades de alcanzar el poder en dos años y pico.

A Hipólito Mejía le cabe el gran deshonor de haberse convertido en el sepulturero del PRD, lo mismo que a Miguel Vargas, aunque en menor proporción si se toman en cuenta los antecedentes inmediatamente anteriores a esta última crisis de ese partido. 

Todo comenzó hace 10 años
La verdadera crisis final del PRD comenzó hace diez años, cuando al señor Mejía se le ocurrió modificar la Constitución para hacer posible una reelección que se veía inmoral además de fallida de antemano.

En sus tres gobiernos anteriores, empezando por el de 1963 que consignó la no reelección en la Constitución, el PRD enarboló el anticontinuismo como principio cardinal, norma inviolable en sus estatutos, una regla básica que se predicó como catecismo durante décadas en el perredeismo originario de Bosch y que siguió con Peña Gómez hasta que llegó Hipólito al gobierno.

En su arrebato de poder Mejía llegó al colmo de descabezar el partido haciendo expulsar de sus filas a la única figura histórica que le quedaba-- fuera de Ivelisse y tal vez otros dos o tres soñadores--, que era su presidente Hatuey De Camps Jiménez.

¡Aquellos polvos trajeron estos lodos...! No tardó mucho tiempo para que esa crisis de dimensiones coyunturales hiciera metástasis en el cuerpo frágil de un partido que no sólo salió derrotado de aquella afrenta electoral antihistórica, sino que llenó de vergüenza a los perredeistas más sensatos que a partir del 2004 se agacharon hasta ver pasar el vendaval.

Es en esa coyuntura que surge el liderazgo de Miguel Vargas... En un momento en que nadie quería dar la cara por un partido avergonzado por una gestión desastrosa que dejó al país en condiciones maltrechas. 

Un futuro incierto...
Hay quienes dicen que el PRD es un “moriviví”, que ha sido capaz de reponerse de todas sus crisis, que resurge de entre sus propias cenizas, como el Ave Fénix... Pero eso está por verse esta vez.

Miguel Vargas conservará las siglas, los símbolos, la franquicia política, que es mucho decir... Pero Hipólito y su gente no se quedarán de brazos cruzados.

El pleito lo perdieron en la instancia judicial...Pero esto es sólo el principio.

Ellos articularán un proyecto electoral que pretenderá formar “un frente amplio opositor”, pero Miguel Vargas hará lo propio. 

En fin, llegarán dividido a los comicios del ‘16. Y en tales condiciones, a menos que cambien las circunstancias, sus posibilidades serán remotas.

Es entonces donde se abrirá la brecha para la reelección de Danilo Medina... ¡Busquen la Tecla de este domingo!

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